Orden de Cluny
El fundamento monástico de la Orden de Cluny no se puede omitir si queremos comprender completamente la historia del monacato cristiano. Es aquí, en Cluny, que se encuentra en el centro-sur de Francia, donde tuvo lugar una de las mayores reformas del monacato occidental.
Establecida por primera vez en 910 por William el Piadoso, la Abadía de Cluny se dispuso inmediatamente a revivir la Regla Benedictina. Su primer abad, Berno de Baume (910-927), equilibró la vida de los monjes al reducir el trabajo manual y poner un mayor énfasis en la oración y la adoración, especialmente en la oficina del coro.
A medida que crecía la fama y la influencia del monasterio, el segundo abad de Cluny, Saint Odo, ayudó a extender la autoridad de la abadía a otras casas mientras buscaba cambiar también su disciplina y organización. En los años que siguieron, la abadía continuó siendo bendecida con una sucesión de líderes notables, ya que más monasterios en Francia e Italia solicitaron ser puestos bajo su jurisdicción. Esta dependencia no solo ayudó a reformar muchos de los monasterios, sino que también los revitalizó. De hecho, Cluny tuvo tanto éxito que rápidamente recibió la aprobación papal para llegar a España, Alemania e Inglaterra. Muchos miembros de la orden también obtuvieron una atención generalizada por su experiencia en religión y otros asuntos académicos, sirviendo como asesores y teólogos de reyes y papas. Como una sola voz, Cluny habló en contra de los males de la época: la investidura laica, la simonía y la falta clerical de autocontrol.
Aunque Cluny disfrutó de un éxito absoluto durante casi tres siglos, en el siglo XII, gran parte de su prestigio e influencia comenzaron a disminuir. Esto se debió, en gran parte, al clima social y político cambiante, pero también a las nuevas reformas lanzadas en la Iglesia en otros lugares, especialmente las de los cistercienses. El hecho permaneció, sin embargo, tuvieron un gran impacto en el monacato, así como en toda la cristiandad occidental. En el apogeo de su gloria, Cluny se jactó de más de mil casas, contribuyendo con cuatro papas a la Iglesia.